Una semana antes del fin de la guerra, mi batallón fue enviado al campo de batalla en el nuevo frente de combate en Nepal, fui reasignado a la tercera división de infantería del ejercito Andino,… fue la primera vez que estuve en el medio de la acción, fue tan brutal, tan salvaje. Nunca olvidare la expresión de mi sargento cuando uno de los dilmunitas lo atravesó con su espada; y el olor, OH Dios!!... el olor, nada te prepara para estar rodeado por ese olor a muerte.
Cuando la batalla termino, y el general decidió rendir las tropas, contemple el campo de batalla, una planicie roja rodeada por los Himalayas, cubierta de extremo a extremo con cadáveres de guerreros, tanto humanos, como dilmunitas. Desde ese día estuvimos detenidos en un campo de prisioneros a las afueras de Lhasa, hacinados, torturados y mal alimentados. Dos días después, aunque pudieran haber sido dos años, dos décadas o dos siglos; nos llego la noticia de la caída del frente en Sudamérica y en el Mar de la Tranquilidad , además de la rendición incondicional de las fuerzas terrestres, ese mismo día a la hora del “almuerzo”, un guardia dilmunita llego y comenzó a preguntar uno por uno. Nuestras nacionalidades, cuando llego mi turno y respondí que era chileno, me tomo y me dijo:
- Tú, a la jaula de los huérfanos.
- De los huérfanos ¿Qué significa eso?- pregunte temiendo la respuesta, (Continuara…)